Mirando unas fotos antiguas de la graduación del primer grupo de egresados del Instituto Bíblico Aliancista, con sede en nuestra iglesia de Santo Domingo, me llevo a reflexionar en algunos asuntos ministeriales y misioneros.
Cuando como familia en 1997 salimos de Chile con destino al Caribe, íbamos con la visión de iniciar un trabajo misionero que dejara frutos y perdurara en el tiempo para la gloria de Dios. Esa convicción nos lleno de esperanza, la que nos sostuvo por casi diez años. Al llegar y aterrizar en el aeropuerto “Las Américas” de República Dominicana una letra de canción resaltó para nosotros,“Dios no nos trajo hasta aquí para volver atrás”, y con esa visión en mente iniciamos nuestro periplo misionero.
Nuestras metas y anhelos para nuestro ministerio era levantar una nueva generación de creyentes, especialmente líderes/siervos para la naciente iglesia en la que nos insertaríamos como pastores, Casa de Bendición. Misma idea que pensábamos para Cuba, que igualmente estaba en nuestro corazón, y donde con los años desarrolle varios proyectos educativos y de fortalecimiento del joven cuerpo pastoral. Desde nuestra salida de Chile nuestras metas a desarrollar en el campo misionero estaba enfocada en que el rol del misionero es el de modelar, ayudar, observar y retirarse. Y así nos hicimos dominicanos entre los dominicanos, por amor del Señor y de ellos, hasta la hora de nuestra salida. Esa última etapa no fue fácil, pero así como llegamos en paz, el Señor nos dio paz para una nueva etapa. ¡Cuánto cuesta dejar a quienes se ama! Por siempre los recuerdos y amigos seguirán con nosotros.
Esa estada y ministerio en República Dominicana fue un ministerio natural para nosotros, por el hecho que siempre hemos amado trabajar entre la gente y “cuidar a las ovejas”. Naara y yo colaboramos en dar importancia al establecimiento y fortalecimiento de un movimiento autóctono que se desarrolle independientemente, una iglesia que se desarrolle con sus ministerios, costumbres e idiosincrasia. A los años de haber salido de nuestra querida Quisqueya tenemos que hacer nuestras las palabras del apóstol Pablo en 1 Corintios 3:6: “Yo sembré, Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento”.
Los años nos han llenado de confianza en que si nosotros hacemos lo que debemos hacer en forma efectiva y de dependencia del Señor, como hoy lo queremos hacer en el norte de Chile: Iquique, Dios guiará a los creyentes del lugar de la misma manera que lo hizo con nosotros.
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