lunes, 13 de agosto de 2012

NUESTRA EXPERIENCIA MISIONERA EN REPÚBLICA DOMINICANA


Mirando unas fotos antiguas de la graduación del primer grupo de egresados del Instituto Bíblico Aliancista, con sede en nuestra iglesia de Santo Domingo, me llevo a reflexionar en algunos asuntos ministeriales y misioneros.

Cuando como familia en 1997 salimos de Chile con destino al Caribe, íbamos con la visión de iniciar un trabajo misionero que dejara frutos y perdurara en el tiempo para la gloria de Dios. Esa convicción nos lleno de esperanza, la que nos sostuvo por casi diez años. Al llegar y aterrizar en el aeropuerto “Las Américas” de República Dominicana una letra de canción resaltó para nosotros,“Dios no nos trajo hasta aquí para volver atrás”, y con esa visión en mente iniciamos nuestro periplo misionero.

Nuestras metas y anhelos para nuestro ministerio era levantar una nueva generación de creyentes, especialmente líderes/siervos para la naciente iglesia en la que nos insertaríamos como pastores, Casa de Bendición. Misma idea que pensábamos para Cuba, que igualmente estaba en nuestro corazón, y donde con los años desarrolle varios proyectos educativos y de fortalecimiento del joven cuerpo pastoral. Desde nuestra salida de Chile nuestras metas a desarrollar en el campo misionero estaba enfocada en que el rol del misionero es el de modelar, ayudar, observar y retirarse. Y así nos hicimos dominicanos entre los dominicanos, por amor del Señor y de ellos, hasta la hora de nuestra salida. Esa última etapa no fue fácil, pero así como llegamos en paz, el Señor nos dio paz para una nueva etapa. ¡Cuánto cuesta dejar a quienes se ama! Por siempre los recuerdos y amigos seguirán con nosotros.

Esa estada y ministerio en República Dominicana fue un ministerio natural para nosotros, por el hecho que siempre hemos amado trabajar entre la gente y “cuidar a las ovejas”. Naara y yo colaboramos en dar importancia al establecimiento y fortalecimiento de un movimiento autóctono que se desarrolle independientemente, una iglesia que se desarrolle con sus ministerios, costumbres e idiosincrasia.  A los años de haber salido de nuestra querida Quisqueya tenemos que hacer nuestras las palabras del apóstol Pablo en 1 Corintios 3:6: “Yo sembré, Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento”.

Los años nos han llenado de confianza en que si nosotros hacemos lo que debemos hacer en forma efectiva y de dependencia del Señor, como hoy lo queremos hacer en el norte de Chile: Iquique, Dios guiará a los creyentes del lugar de la misma manera que lo hizo con nosotros.